sábado, 3 de septiembre de 2011

ALAS NEGRAS XVI: TELÓN

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El Monstruo ya no existía. Las fuerzas abandonaban a Harriet pero tenía suficiente energía para sonreír una última vez.
—Gracias, Tomeu.
—No me las des. Quería ponerme al día contigo y el muy capullo no paraba de parlotear jilipolleces. No me ha quedado otra que pegarle un tiro.
Harriet, a pesar de los dolores, soltó una carcajada.
—Vale, luego habrá tiempo para charrar —dijo Tomeu—. Ahora tenemos que irnos, hay que llevarte a un hosp…
—Tomeu, no. —Harriet continuaba con su manía de interrumpirle—. Yo me quedo, no creo que pueda recorrer la distancia que nos separa a la puerta, ni mucho menos llegar al hospital. Pero tú debes irte, tú debes vivir. Márchate, por favor.
La pena le ahogaba, las lágrimas mojaban sus mejillas y se mezclaban con el agua de los aspersores. Sabía que iba a morir, la magia de las alas había desaparecido. Verona se lo había dejado bien claro. Aquel tatuaje le cubriría con un manto de oscuridad que la ocultaría de todo aquel capaz de hacerle daño —y resultaba que Tomeu era la única persona incapaz de dañarla, ¡maldito juego de palabras!—, pero en el momento que alguien la alcanzase el hechizo quedaría roto.
Su amigo no se movía del sitio, parecía a punto de decir algo en cualquier momento pero permanecía en silencio.
—En serio, Tomeu: Vete. No quiero que nada malo te pasé por mi culpa. Eres mi mejor amigo, el único que he tenido. La persona con la que más feliz he sido, con la que más me he reído jamás. No quiero marcharme de este mundo con la sensación de que por mi culpa…
—Y una mierda —Tomeu rompió su silencio, sacó la pistola y se le acercó.
—Tome…
—He dicho que: Y una mierda. No me interesa nada de eso. Los amigos de verdad no tienen que decirse esas mariconadas, hay una especie de pacto no escrito al respecto ¿recuerdas? —sonrió y le guiñó un ojo—. Mira, Harriet, hay una parte de mí que está loco por ti, pero otra te odia con toda su alma. Y por una vez en su vida ambas están de acuerdo: No te pienso hacerte caso. Todo el mundo ha estado decidiendo por mí cómo he de vivir mi vida, pero nadie me va a decir cómo debo morir. Y por lo que a mí respecta hoy es tan buen día como cualquier otro.
—Dices frases sin sent…
—Ah, ah. No me vas a convencer, perdiste tu oportunidad hace mucho, querida. No vas a morir sola por mucho que te empeñes.
Harriet, se resignó. ¡Maldito cabezota! Si supiera el daño que le estaba haciendo… pero tenía razón. Ella no tenía ningún derecho de pedirle nada a estas alturas. Hizo un último esfuerzo, se puso en pie y sacó su pistola.
—En ese caso, más vale que me incorporé y reciba a la muerte como Dios manda. No es de buena educación morir tirada en el suelo.
Por lo menos había conseguido hacer reír a Tomeu en aquellos últimos momentos. La puerta se abrió y entraron una veintena de matones armados hasta los dientes. Harriet no sabía si había llegado a abatir a uno, dos o ninguno. La cosa había ido rápida y antes de que se diera cuenta había recibido un par de impactos en el pecho que la habían tumbado.
En el suelo, justo a su lado había caído Tomeu también. La miraba y le extendía la mano como tratando de alcanzarla mientras la vida se les escapaba a los dos. Harriet no pudo evitar sentir la ironía. Al igual que su madre se había reído de las condiciones impuestas por Verona tras tatuarse las alas. Aquel contrato con las sombras, tan inverosímil en aquel momento… cobraba ahora un triste sentido.


Se apagaron las luces de la noche
Y el alegre día despunta en las cimas brumosas
He de irme y vivir, o quedarme y morir.

Romeo y Julieta
WILLIAM SHAKESPEARE

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