sábado, 15 de octubre de 2011

DEL DERECHO A LA EQUIVOCACIÓN

Dicen que los chinos usan la misma palabra para crisis como para oportunidad. El sentido común nos dice que estos deberían ser tiempos de cambio, deberíamos aprender los errores del pasado y tratar de mejorar nuestro sistema para que no se repitiesen. Sin embargo lo que vemos es que las cosas cambian poco o nada, parece que ante el chaparrón la conducta popular es ocultarse bajo la mesa y esperar a que pase para poder volver a la situación anterior de culto al ladrillo.
El porqué es esto yo creo que es por nuestra educación. El otro día vi un vídeo en el que un señor hablaba de que uno de los grandes fallos del sistema educativo era que no nos preparaba para equivocarnos, es decir salimos de colegios y universidades con la mentalidad de que un buen profesional es alguien que nunca mete la pata. Vale, ¿pero qué pasa cuando alguien la pifia y todo se va al carajo? Pues, lo que hacemos es ante todo no admitir el fallo y si podemos pasarle el muerto a otro, porque no se nos educa para solucionar marrones se nos educa para no cometerlos. Un fallo muy grave ya que los marrones ocurren y todo el mundo más tarde o más temprano la caga.
Un ejemplo bastante ilustrativo son las compañías telefónicas, cuando algo va mal nadie sabe decirnos que es lo qué pasa ni cuándo se va a solucionar. Nos toca hablar con un muro de teleoperadores, en muchos casos explotados, a quienes se les adoctrina para nunca decir que "algo va mal" aunque el edificio esté en llamas. No es ninguna trola el hecho de que en los cursos de formación a los teleoperadores se les enseña a evitar determinadas palabras como incidencia o no porque son palabras negativas.
O si no el transporte, avión, tren, etc... Un domingo me volvía a Alicante y el tren sufría un retraso bastante gordo sin que nadie explicase por qué. Cuando por fin llegó a mitad de trayecto se paró al lado de otros tantos trenes. Una tormenta brutal había estropeado el tendido eléctrico de modo que la única manera de mover los vagones era con una máquina que funcionaba a gasolina yendo a recogerlos de uno en uno. Llegué cerca de las cuatro de la mañana a mi casa cuando lo normal es sobre las once. Si me lo hubiesen dicho y dado la opción de devolverme el dinero me habría pillado un autobús. Del modo que lo hicieron tuvieron que devolverme el dinero igualmente y encima dieron una imagen lamentable.
Nos costó un tiempo largo que alguien admitiera que la cosa estaba mal, aun hoy en día hay meses que se dice que las cosas ya se empiezan a arreglar mientras la gente sigue sin encontrar empleo y ahogada con los gastos, y los políticos más que plantear soluciones de verdad se van pasando el muerto de unos a otros. ¿Habrá alguno que realmente esté preparado para arreglar este marrón? ¿Una especie de "el señor lobo" de Pulp Fiction? Esperemos que sí, aunque lo dudo mucho, porque si no apañados estamos.

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