viernes, 16 de enero de 2009

PROPÓSITO


Llegado el final de año, con algún turrón de chocolate incrustado en las pantorrillas, a todo el mundo le pega por apuntarse al “gym” (creo que es así como le dicen ahora... ¡Dios! que mayor me siento a veces). Aunque, bien mirado, también ocurre algo parecido de cara a verano, para lucir tipo en la playa, y teniendo en cuenta que con el cambio climático casi plantamos la sombrilla en marzo... digamos que menos en otoño, los gimnasios están a parir.

Yo reconozco que alguna vez lo he intentado... y he fracasado, por supuesto. Pero es que, francamente, me resulta muy aburrido, tanto que en los últimos tiempos iba sólo a la bicicleta estática para poder leer mientras hacía ejercicio, lo cual me hacía sentirme “raro” (aunque sería más raro un tipo haciendo pesas en una biblioteca, bien mirado).

Aquí va mi lista de excusas por las que, a pesar de ir de camino, se frustraron mis intenciones de desarrollar mi, ya de por si, desproporcionada musculatura:

1.- ¡Mierda! ¡La toalla!

2.- Necesito chanclas nuevas, y puestos a mirarme unas que no sean ni cutres ni caras (esta más bien hizo que retardase lo de apuntarme).

3.- Lo mismo con zapatillas de deporte.

4.- Una vez compradas las zapatillas de deporte, resulta que mi pie ha crecido una talla con lo que no me valen (o eso o el mundo entero se confabuló en transformar la 42 en la 43).

5.- Mmmm, creo que me comí un sandwich hace media hora, mejor no voy no sea que me de un corte de digestión.

6.- La clásica llamada de rescate (justo cuando estás en la puerta) para hacer cualquier cosa con algún amigo. Seguida del discurso al amigo en plan, he pasado de ir al gimnasio, esto no lo hago por cualquiera.

7.- Mejor no voy porque seguro que me llaman justo cuando estoy en la puerta (esa vez seguro que no pasa).

8.- Voy a esperar a ver si otro amigo, QUE ES COMO YO EN ESTO, se anima y así no voy sólo.

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