domingo, 3 de abril de 2011

ESTIMADA SEÑORA FRANCIS,

Estoy haciendo un curso de escritura creativa en Alicante. El curso consiste en una serie de lecciones e ir haciendo relatos que luego hay que leer en clase. Me di cuenta de que el hecho de leer en público parece como que te condiciona a la hora de escribir. Uno de los encargos que nos hicieron consistía en realizar en clave de humor una carta a la Señora Francis (un programa de radio de los últimos años de la dictadura que contestaba ruegos y preguntas con una mentalidad de la época) teniendo en cuenta que dicha señora no existía y que la carta la escribía un comité compuesto por un cura, unos psicologos y una periodista. La historia que se me ocurrió era un pelín bestia para ser leída en clase, pero rebelándome contra el hecho que os decía antes decidí escribirla de todas formas. A fin de cuentas ¿qué probabilidades había de que me tocase leerla? Habéis acertado, me tocó leerla, el momento solo habría podido ser más vergonzoso si hubiese estado sin pantalones. Os la adjunto aquí, primero la carta y luego la respuesta.


Estimada Señora Francis,

Primero de todo enviarle mi más sincera felicitación por su maravilloso programa sin el cual se nos harían interminables estas sofocantes tardes de verano a mí y a mi tía. Resulta refrescante ver que en los tiempos que corren aún hay gente con unos valores como Dios manda.

Halagos aparte, quería que orientase a mi ya mencionada tiita en una problemática de hogar que estamos teniendo. Vera, con estos calores, servidor está teniendo el estomago un poco revuelto. No entraré en detalles por lo indecoroso del tema pero mis estancias por el excusado cada vez son más frecuentes y extensas. Mi tía, que ha observado con preocupación tal hecho, ha decidido tomar cartas en el asunto, imponiéndome una dieta a base de acelgas y hervidos que me está matando de hambre. ¿Podría usted en su infinito saber indicar a mi querida tía lo adecuadas y saludables que son también las chuletas de cerdo y el entrecot de ternera un hombre hecho y derecho?

Si no es mucho abusar, puesto que me sobra espacio en la misiva, quisiera hablarle de otro tema, uno de índole más delicada. En este caso le hablo de mi amigo Germán con quien coincido de vez en cuando en la línea 31 del autobús. No sabe, Doña Francis, como se pone de gente este autobús y ¡que gente! Germán me comentaba que en una de estas, observó que subía una mujer de generoso busto con un minúsculo vestido que dejaba bien poco a la imaginación. El pobre hombre, preocupado porque a dicha mujer se le escapase algún pecho, pudiendo mancillar así su dignidad y la del resto de pasajeros, procuró no quitarle ojo de encima. Pues bien, entre el hipnótico contoneo de la señorita y el traqueteo del vehículo… digamos que mi amigo tuvo una especie de “llamada de la selva”, en forma de… algo parecido a un estornudo pero más abajo, según me comentó.

El compañero en cuestión siempre se ha mantenido alejado de todo este tipo de vicios, de hecho, al igual que yo, mantiene su virginidad a la edad de los cuarenta a falta de encontrar una buena mujer casadera. Huelga decir, por tanto, que el hecho le produjo una fuerte impresión. Pero lo que no sospechaba es que el verdadero problema vendría después. Desde aquel día sus manos parecen poseídas por un espíritu travieso que les induce a tocar donde no deben mientras su cabeza sueña despierta evocando el contoneo de las dichosas ubres. Esto le ocurre varias veces a lo largo de un mismo día, teniendo que dejar todo lo que esté haciendo y buscar un sitio apartado donde “jugar al solitario”.

Bastante preocupado estoy, no ya sólo por lo reprobable del asunto, sino también porque, tal y como nos indican en su ilustre programa, dichas prácticas pecaminosas pueden conducir a la pérdida de la visión. Agradecido le quedo de antemano con cualquier ayuda y orientación que nos pueda ofrecer en este escabroso asunto.

Su humilde admirador

Querido amigo oyente,

Lamento tener que ponerme de acuerdo con tu tía en cuanto al problema alimentario que me comentas. Pero, ¿quién sabrá mejor que ella que es lo que más le conviene a tu delicado estomago? Póngase en manos de su santa tía y hágale caso. Que sin duda en unos días estará usted más sano que un toro. Eso sí, no estaría de más que incluyese en sus comidas una buena cucharada de aceite de hígado de bacalao, mano de santo ante la posible falta de proteínas que conlleva una dieta tan estricta.

Me preocupa quizás más el incidente pecaminoso de su amigo. Pero más que temer por la salud de sus ojos, temo por su alma inmortal. La moral cristiana ya nos advierte que esos vergonzosos hábitos le revuelven el estomago a San Pedro, avergüenzan a la Virgen María y hacen llorar de pena al niño Jesús. Urgentemente debería ponerse en contacto con el párroco más próximo para que le ofrezca confesión y consejo espiritual.

No obstante, por lo que me cuentas, quiero pensar que más que una falta de actitud cristiana aquí lo que ocurre es un exceso de tiempo libre. No olvidemos que el demonio es el amigo del ocio, y se cuela en nuestras cabezas ofreciéndonos todo tipo de tentaciones y lujurias a las que resulta difícil escapar. Por ello, un buen consejo sería que invirtiese ese tiempo de que dispone en un hobby más sano y saludable.

Por darle ideas, le comento que mi marido es un amante de las maquetas. Es su pequeña obsesión, colecciona replicas de cohetes espaciales a los que llama sus “pequeños”. Le encanta encerrarse en el desván por las tardes y pasar un rato a solas con ellos, frotándolos con un trapo untado en vaselina a fin de pulirlos y sacarles brillo. Claro que quizás para una persona refinada como deduzco que es su amigo tal vez deberíamos buscar algo más del tipo artístico. ¿Se ha planteado alguna vez pintar al oleo? Nada como coger un pincel de brocha gorda e impregnar todo un lienzo blanco y virginal de color. Observar este viscoso material que es la pintura salpicado en una tela puede dar a su amigo la calma y la paz que con tanto ahínco perseguimos todos. ¿Y la música? Me confieso como una adicta a ella. No hay cosa que me pirre más que abrazar entre mis manos una flauta, introducirla en mi boca y disponerme a soplar sin descanso. Las horas pasan sin darme cuenta, mientras mis dedos se deslizan rápidamente por su mástil extrayendo todo el jugo musical que es capaz este instrumento.

Me despido no sin antes agradeceros a ti y a tu tía el seguimiento que nos hacéis. Personas con valores como los vuestros son las que han hecho grande este país. Un abrazo muy fuerte, compañeros.


Señora Francis

2 comentarios:

Narayani dijo...

Hombre, un poco bestia sí que es. jajja. De todos modo no debemos olvidar el tono de humor que había que ponerle al tema ;-)

Qué te dijeron los compañeros? Les gustó??

Besos

Jose dijo...

Jeje, sí que les gusto, tenemos un foro privado en el que lo colgué y me dijeron que se rieron mucho.

Momentos antes de que lo leyera el profesor indicó que las cartas no estaban mal pero que eran como muy reales. Sobre la mía sí que dijo que sí que me había salido un poco de la realidad (yo creo que le gustó), de hecho en realidad resultaría imposible una carta así fuese leída en dicho consultorio.

Aún hoy tengo duda de si fue más divertida la carta o verme a mí en plan tierra tragame :-P.

Besos.