sábado, 22 de octubre de 2011
CAJA TONTA, ¡TONTA!
sábado, 15 de octubre de 2011
DEL DERECHO A LA EQUIVOCACIÓN
miércoles, 14 de septiembre de 2011
DESCONEXIÓN
sábado, 3 de septiembre de 2011
ALAS NEGRAS XVI: TELÓN
ALAS NEGRAS XV: REENCUENTRO
viernes, 29 de julio de 2011
ALAS NEGRAS XIV: ANGEL IN DEVIL SHOES
Se relamió. Estaba ya cerca de su meta, tras tantos años. Sólo se interponía una enorme puerta de acero entre ella y el Monstruo. Un ruido atronó a su espalda, se había dejado uno. Y fue entonces cuando sintió una aguja de dolor y algo cálido y viscoso. Le habían dado, lo imposible había ocurrido.
Corrió a ponerse a cubierto detrás de una mesa, mientras de reojo veía el rostro familiar de su verdugo. El dolor se extendió por todo su cuerpo y mente como un cáncer. Por fin los acertijos de Verona tenían sentido. Y no podía ser en peor momento.
ALAS NEGRAS XIII: SERÁ ESTA NOCHE
ALAS NEGRAS XII: ¿DÓNDE ESTÁ EL MONSTRUO?
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La Criatura esperaba en silencio mientras aquel grupo de sicarios se reunían en el puerto. Comenzaba a aburrirle aquella caza. Pero pronto terminaría.
—No sé vosotros, pero yo no aguanto más. Mañana recojo mis cosas y me marcho del país. —dijo el que tenía pinta de ser más mayor.
— Después de todos estos años y con todo lo que has visto ¿te piras, Antonio? ¿Tú estás mal de la azotea o qué? Don Guillermo irá a por ti, lo sabes, y te hará cosas peores que lo qué quiera está haciendo esa bestia a los nuestros.
—Tú mismo lo estás diciendo. Soy un veterano, conozco a Guillermo casi desde los inicios, hasta pasé unas navidades en su caserón en las afueras, sé muy bien de lo qué es capaz —hizo una pausa y miró a su atenta audiencia de chavales imberbes—. Llevo muchos años en esto y es la primera vez que veo algo así. Vosotros sois más jóvenes e ingenuos, aun os pensáis que vuestra suerte os ha hecho inmortales. Pero yo no, yo ya sufrí un tiroteo, acabé en el hospital y por poco no la cuento. Sé que se puede morir en este oficio, por extraño que os parezca ahora.
»Si fuera una banda rival, la policía, el ejército o el mismo puto Rambo con una metralleta montado a lomos de una Harley lo podría aguantar. Pero ¿esto? No, señores, no. Esto es la hija de perra de la muerte con su mierda de guadaña segándonos uno a uno. Así que mañana a primera hora me voy al aeropuerto y me pillo un billete con destino: «lo más a tomar por culo que pueda ser». Y de vosotros, yo haría lo mismo.
La Criatura chasqueó los dientes de rabia. Aquellos tipos estaban temblando, y no de frío precisamente. Una pena, ya que el miedo le estropeaba siempre el sabor a la comida. De un salto se abalanzó sobre el grupo y comenzó su festín. Cortó y mutiló miembros, rompió sus huesos y reventó algún cráneo que otro. En pocos segundos todos aquellos matones quedaron reducidos a sangre y pedazos de carne y cartílago esparcidos por el suelo. Todos menos uno. Aquél llamado Antonio, el más viejo, aquél que sabía cosas del Monstruo.
—¡AAAAAAAHHH! ¡NO! ¡POR FAVOR, NO! —gritó mientras gateaba hacia atrás empapado en restos de sus compañeros.
¿Dónde?
Su voz, de nuevo, emanó de todos los sitios y de ninguno en concreto. El mafioso se orinó en los pantalones mientras las lágrimas bañaban su cara. La Criatura, exasperada, rebufó. Le cogió por el cuello y lo elevo un par de metros. Unas gotas de orín salpicaron ruidosamente el suelo.
¿Dónde?
— ¿Q…q…qué? —dijo aquel espantajo de persona con un hilo de voz.
¿Dónde está el Monstruo?
Antonio tragó saliva., y cantó como un pajarito. Le dio unas demasiado extensas y confusas descripciones de cómo llegar hasta el caserón dónde se escondía aquella rata. Hasta le contó la cantidad de personal que guardaba la casa y las posibles entradas que tenía sin que se lo pidiese. Era más que suficiente, lo había decidido, para bien o para mal todo terminaría esa noche.
—Por favor, no me mates. Te he dicho todo lo que sabía.
No te mataré… aun. Necesito un último favor. Dirígete ahora a su finca y, una vez allí, le anuncias que, a partir de ese momento, le quedan unos minutos de vida.
—Pe..pe…pero, ¡ME MATARÁ!
Elige. O él o yo.
Le dejó caer bruscamente al suelo.
Si no haces lo que te he pedido, lo sabré e iré a por ti. Y, créeme, no seré tan clemente como con «tus amigos».
El tipo miró a su alrededor observando la masacre que teñía de rojo aquellos muelles. Asintió y se marchó corriendo. A partir de ese momento, la Criatura, lo seguiría en la distancia sin que se percatase.
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ALAS NEGRAS XI: PARANOIA
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«¿AÚN NO SABES QUIÉN SOY, MONSTRUO? PRONTO HARÉ QUE LO SEPAS».
En la foto se veía una de las últimas pintadas de lo que quiera qué fuese que estaba cargándose uno a uno a todo el personal de confianza del Monstruo. A Tomeu le llamó la atención el tono rojizo de las letras, ¿sería…? Pero no, no podía ser, eso sólo pasaba en las películas o en los tebeos.
—¿Has visto? Estos cabrones me están amenazando ahora con diversos mensajes—dijo Don Guillermo mientras sacaba otra par de fotos y las depositaba en la mesa—: «LA OSCURIDAD YA VIENE Y SE TE TRAGARÁ, MONSTRUO», «TODO LO QUE HAS TOCADO AHORA ME PERTENECE Y ESTÁ MUERTO».
El tipo estaba paranoico, los ojos bailaban en sus cuencas como si hubiese perdido completamente la razón. Y era bien posible que así fuese, desde aquellos últimos incidentes, si exceptuamos una corta escapada que hizo el día anterior, apenas salía de su habitación a la que había hecho instalar una puerta acorazada. Tenía cámaras por todos los sitios de la finca que monitorizaba desde su cuarto. Por no hablar de los cincuenta matones a sueldo, Tomeu entre ellos, que hacían guardia en aquella casa perdida en los montes.
—Pensaba que ya los teníamos, Tomeu. ¿Recuerdas a Marco y Mercucio? Hace poco les encargué que le ajustasen las cuentas al dueño de un local que me debía un par de meses. —Guillermo agitó su vaso de whisky y echo un trago apurándolo—. Están muertos, Tomeu. A Mercucio le abrieron el pecho y a Marco lo decapitaron. —«Creo que voy a echarme a llorar» pensó Tomeu—. Pero, lo más importante, el tipo del local había desaparecido. Ya te puedes imaginar que movilicé a todos mis contactos para que diesen con él. Puede que no tuviera nada que ver con este asunto, pero por lo menos los habría visto y arrojaría alguna pista.
Rellenó su vaso y echó otro trago.
—Ayer me notificaron que lo tenían. Estaba en un hospital recuperándose de sus heridas. Lo encontraron inconsciente en la calle y lo llevaron allí. ¿Te lo puedes creer? —«¿Por qué diablos me cuenta todo esto? » pensaba Tomeu fingiendo atención— Conseguí que nos dejarán a solas y le sometí a un interrogatorio. Le dije que si me contaba la verdad quedábamos en paz. Le prometí que no tendría que volver a pagarnos. ¿Y sabes lo que me contó?
»Que no sabía qué había matado a aquellos dos. Algo se le había acercado y le había perdonado la vida, una criatura invisible y extraña. Sólo recordaba de ella… la oscuridad. Como entenderás, no tuve otra que pegarle dos tiros por intentar tomarme el pelo.
Apuró el segundo vaso y se sirvió un tercero.
—Lo peor de todo es que, contra más lo pienso, más me parece que aquel loco decía la verdad. O al menos, creía que lo que estaba diciendo era cierto.
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ALAS NEGRAS X: SOMBRA
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La Criatura observaba en la sombra a sus dos próximas víctimas.
—Sólo te digo que no me gusta nada —dijo el más grandote.
—¿Qué? ¿Qué alguien esté yendo a por los nuestros? Es normal, hombre, gajes del oficio, yo no sé por qué te alteras —dijo el otro—. Mira, Marco, francamente, el jefe está acabado. Le están dando por todos los sitios. Si esos tipos, ya sean mafia rusa, austrohúngara o lo qué sea, hacen acto de presencia… ¡yo no me lo voy a pensar dos veces! Una polla me lio a tiros con ellos, les entregó al bueno de Willy en bandeja y envuelto para regalo con lacito y todo si hiciera falta. Y si luego quieren solicitar de nuestros humildes servicios y ponernos en plantilla, pues adelante.
—No se me había ocurrido. Eres un genio, Mercucio.
—Pues claro que sí, hombre —dijo el tal Mercucio mientras se encendía un pitillo—. Lo que soy es un optimista nato. A la vida hay que sacarle jugo y saber ver hacia dónde sopla el viento en cada momento.
La Criatura rió, no muy alto pero lo suficiente como para que se oyera un murmullo.
—¿Has oído eso? —dijo aquella mole humana llamada Marco mientras, acojonado, cargaba su automática.
—Tranqui, Marco, habrá sido un rat…
El cigarrillo de Mercucio cayó al suelo sin que le diera tiempo a dar una calada. Los cinco litros de sangre de su cuerpo surtieron a presión de un boquete enormemente horrible abierto en su pecho mientras él desfallecía en el suelo.
—¡AAAAAAAAHHHHHH! —el grandote gritaba y vaciaba su cargador disparando a la oscuridad. Y fue la oscuridad misma la que cortó su cabeza y la sostuvo como un trofeo, para luego hacerla rodar por el suelo.
Casi había terminado. Sólo quedaba el mensaje, manchó su índice con sangre y se dispuso a escribir en la pared cuando oyó un ruido que venía de otra habitación. Abrió una puerta y allí había un tipo amordazado a una silla. Tenía parte del rostro amoratado y quemaduras por todo el torso desnudo. Le observaba con extrañeza respirando entrecortadamente, no sabía muy bien qué era lo que estaba viendo. Sus ojos pedían piedad, tal vez deseaban que se le diese muerte de una vez, o tal vez pensaban que definitivamente se había vuelto loco. La Criatura estudió la situación y decidió que hoy era el día de suerte de aquel pobre desgraciado.
Tú eres inocente.
La voz de aquel ser oscuro no surgió de unos pulmones, surgió de la oscuridad misma que la conformaba y golpeó en la cabeza del prisionero. Las cuerdas y la mordaza que lo sujetaban se cortaron limpiamente y él salió corriendo, como alma que lleva el diablo.
Tras aquella interrupción, la Criatura volvió a lo suyo, el mensaje. Posó el índice en la pared y decidió que esta vez obsequiaría al Monstruo con algo más creativo.
ALAS NEGRAS IX: COBARDE
Tomeu masticó y engulló sin ganas aquel trozo de bistec. Total, sabía que después tendría que ir irremediablemente a vomitarlo al baño. Era el precio que pagaba cada vez que mataba a alguien.
—Joder, no te enseñaron en tu casa que la carne fría no vale nada. Parece mentira que un tiarrón como tú se esté eternizando con esa ternera tan de puta madre —dijo Don Guillermo, su jefe, quien le había invitado a cenar tras una faena bien hecha.
El chico sonrió sin gracia. Le costaba disimular el asco y repugnancia que le daba aquel hombre. Odiaba el momento en que lo conoció y le puso a su cargo. Si pudiera volver atrás en el tiempo… pero no podía, estaba atrapado en aquella trampa mortal. Poco imaginaba lo mucho que iba a pagar por aquella maldita paliza que le dio a aquel borracho. Tras ese día, Guillermo le había concertado una cita con dos de sus subalternos, un tipo delgado y desgarbado llamado Mercucio que contrastaba con su compañero, una mole torpe y musculosa que respondía al nombre de Marco. Se le presentaron como: el equipo creativo de Willy, y le anunciaron que lo único que tenía que hacer era acompañarlos unos días y observar como hacían su trabajo.
Y así lo hizo, se subió a un coche con aquella extraña pareja y fueron camino a un bajo propiedad de Don Guillermo. Hasta ahí todo normal, claro que no avisaron a Tomeu que en el interior del bajo se encontraba una persona atada y amordazada. Uno de los antiguos empleados del Monstruo para ser exactos: alguien que había dejado de ser de su confianza. Tomeu fue un mudo espectador al teatro de los horrores que aquellos dos tipos sometieron al pobre hombre. Primero le cortaron dos dedos con unos alicates, manteniéndose impasibles ante sus gritos y gemidos. Luego Mercucio le retiró la mordaza y le dijo:
—¿Quieres que pare, verdad? Pues sólo tienes que suplicarme una cosa: Pídeme que te mate.
—No sé si eso será suficiente, Mercucio —añadió Marco con una sonrisita—, Don Guillermo está muy cabreado con él. Creo que lo menos que debe de pedirnos es que por favor nos carguemos también a su mujercita y a su hijo. Vamos, es lo mínimo, si quieres que acabemos rápido con todo este sufrimiento. En caso contrario… bueno, tenemos toda la noche por delante.
Le cortaron dos dedos más aún y fue entonces cuando el tipo fuera de sí les gritó:
—¡ESTÁ BIEN! ¡Hacedlo! Haced lo que queráis conmigo y con mi familia.
—¡Oh, por supuesto! Así lo haremos, puedes estar tranquilo.
Aquel par de bestias rieron como locos y continuaron amputándole dedos, hasta que el pobre diablo cayó inconsciente por el dolor. Fue entonces cuando le volaron la tapa de los sesos. Fue entonces cuando Tomeu vio por primera vez morir a alguien. Aquella noche no cenó pero vomitó hasta que sólo quedaba bilis. Sin embargo, al día siguiente acudió puntual a su cita con esos dos, ya había comprendido a lo que se atenía si se negaba.
Fue un mes espeluznante durante el cual acompañó a aquellos como mero observador de todo su circo de atrocidades. Transcurrido ese tiempo, Mercucio le ofreció una pistola y le ordenó que se cargara a un pobre tipo que debía dinero al Monstruo. Tomeu disparó a bocajarro y sin dudar. En aquel momento se había convertido en un cobarde y en un asesino.
A partir de entonces, pasó a ir conociendo poco a poco al resto del personal de confianza del Monstruo. De vez en cuando le ordenaban que matase a alguien, otras veces sencillamente que diese una paliza o que le partiese las piernas o las manos. Daba igual, fuera lo que fuese, él lo hacía. Su adiestramiento de un mes había consistido en grabarle a fuego qué pasaría si no obedecía.
Alguna vez incluso, como aquel día, había tenido el dudoso placer de observar al mismísimo jefe en acción. Aquel tipo estaba enfermo, su mote se quedaba corto, más que un monstruo era el mismísimo diablo. Tenía especial fijación con las mujeres —Tomeu no sabía por qué ni pensaba preguntarlo— con las que pasaba de ser la persona más encantadora del mundo a someterlas a todo tipo de vejaciones y torturas. No quería ni pensar lo qué le habría hecho a la prostituta malherida que Tomeu había tenido que matar de un disparo antes de cenar.
La camarera pasó a recoger los platos con los restos y Willy, el Monstruo, pidió los cafés.
—Me gusta como trabajas, Tomeu.—hizo una pausa mientras observaba detenidamente el trasero de la camarera perderse en las cocinas— Confío en ti más que en la mayoría de los capullos que tengo a mi alrededor. ¿Y sabes por qué? Porque no eres estúpido, porque me tienes miedo.
Tomeu guardó silencio. No sabía muy bien qué decir.
—No hay que avergonzarse del miedo. Los valientes están sobrevalorados y plagan las esquelas de los periódicos. Yo mismo tengo un miedo terrible, sé que mucha gente me odia y quiere ver mi cabeza clavada en una pica. Es por eso que me rodeo de gente como tú, que no se lo piensa dos veces a la hora de sacudir al primero que se me acerque. Hay personas que para dormir bien necesitan tener una luz encendida en el pasillo. No es mi caso, yo necesito un ejército de matones en la puerta dispuestos a vertir su sangre por mí, sólo de ese modo consigo roncar como un bebé por las noches. Así que, da gracias a que yo también sea un cobarde, en caso contrario no te tendría en nomina.
»Seguramente te estés preguntando a santo de qué te estoy dando el tostón —hizo una pausa mientras la camarera depositaba los cafés en la mesa—. A partir de mañana quiero que pases a trabajar directamente conmigo. Formarás parte de lo que yo llamó mi «guardia personal» —dijo mientras hacía gesto de comillas con los dedos— y te instalarás directamente en mi casa.
Tomeu de nuevo no sabía qué decir. Dio un sorbo al café, que le supo a zumo de calcetín, mientras el Monstruo miraba de izquierda a derecha asegurándose de que estuvieran solos.
—No sé si habrás oído algo de lo que te voy a contar —de nuevo oteo a su alrededor. El tipo estaba sudando a mares—. Están yendo a por mí. No sé quién ni por qué. He hablado con la gente que tengo metida en la policía, y me han asegurado que no tienen ni idea pero que no es cosa suya. Aunque, ¡fíate tú de esos cabrones!
»El caso que estas pasadas semanas nuestra organización ha sufrido varios ataques. Deben de ser profesionales, Tomeu, lo único que queda a su paso es un reguero de cadáveres. Y, lo que más me mosquea, ¡únicamente de los nuestros! ¿Cómo es posible que un grupo de gangsters armados hasta los dientes no sean capaces de causarles ninguna baja? ¿Ni una sola? Coloqué cámaras en todos nuestros pisos francos, pero las grabaciones siempre desaparecen. Son gente muy lista, tal vez estemos hablando de mercenarios o mafia del este. El único rastro que dejan son unas notas amenazadoras escritas en la pared. —Don Guillermo se aflojó la corbata y se secó el sudor—. «Pronto iré a por ti y pagarás por tu crimen, Monstruo», dicen.
Tomeu no había oído hablar nada de todo aquello. Le importaba un pito lo que le pasará a ese hijo de puta pero, al día siguiente, se instalaría su piso a hacerle las veces de niñera. No le quedaba más remedio. Tuvo un pensamiento fugaz muy tentador antes de marchar del restaurante, ¿y si había llegado la hora de ser valiente? ¿Y si reunía agallas y le metía una bala entre ceja y ceja a ese cabronazo? Tan pronto como vinó el pensamiento quedó ahogado por el terror que sentía hacia aquel canalla. Definitivamente, Don Guillermo tenía razón. Era un cobarde.
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