viernes, 29 de julio de 2011

ALAS NEGRAS XII: ¿DÓNDE ESTÁ EL MONSTRUO?

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La Criatura esperaba en silencio mientras aquel grupo de sicarios se reunían en el puerto. Comenzaba a aburrirle aquella caza. Pero pronto terminaría.

—No sé vosotros, pero yo no aguanto más. Mañana recojo mis cosas y me marcho del país. —dijo el que tenía pinta de ser más mayor.

— Después de todos estos años y con todo lo que has visto ¿te piras, Antonio? ¿Tú estás mal de la azotea o qué? Don Guillermo irá a por ti, lo sabes, y te hará cosas peores que lo qué quiera está haciendo esa bestia a los nuestros.

—Tú mismo lo estás diciendo. Soy un veterano, conozco a Guillermo casi desde los inicios, hasta pasé unas navidades en su caserón en las afueras, sé muy bien de lo qué es capaz —hizo una pausa y miró a su atenta audiencia de chavales imberbes—. Llevo muchos años en esto y es la primera vez que veo algo así. Vosotros sois más jóvenes e ingenuos, aun os pensáis que vuestra suerte os ha hecho inmortales. Pero yo no, yo ya sufrí un tiroteo, acabé en el hospital y por poco no la cuento. Sé que se puede morir en este oficio, por extraño que os parezca ahora.

»Si fuera una banda rival, la policía, el ejército o el mismo puto Rambo con una metralleta montado a lomos de una Harley lo podría aguantar. Pero ¿esto? No, señores, no. Esto es la hija de perra de la muerte con su mierda de guadaña segándonos uno a uno. Así que mañana a primera hora me voy al aeropuerto y me pillo un billete con destino: «lo más a tomar por culo que pueda ser». Y de vosotros, yo haría lo mismo.

La Criatura chasqueó los dientes de rabia. Aquellos tipos estaban temblando, y no de frío precisamente. Una pena, ya que el miedo le estropeaba siempre el sabor a la comida. De un salto se abalanzó sobre el grupo y comenzó su festín. Cortó y mutiló miembros, rompió sus huesos y reventó algún cráneo que otro. En pocos segundos todos aquellos matones quedaron reducidos a sangre y pedazos de carne y cartílago esparcidos por el suelo. Todos menos uno. Aquél llamado Antonio, el más viejo, aquél que sabía cosas del Monstruo.

—¡AAAAAAAHHH! ¡NO! ¡POR FAVOR, NO! —gritó mientras gateaba hacia atrás empapado en restos de sus compañeros.

¿Dónde?

Su voz, de nuevo, emanó de todos los sitios y de ninguno en concreto. El mafioso se orinó en los pantalones mientras las lágrimas bañaban su cara. La Criatura, exasperada, rebufó. Le cogió por el cuello y lo elevo un par de metros. Unas gotas de orín salpicaron ruidosamente el suelo.

¿Dónde?

— ¿Q…q…qué? —dijo aquel espantajo de persona con un hilo de voz.

¿Dónde está el Monstruo?

Antonio tragó saliva., y cantó como un pajarito. Le dio unas demasiado extensas y confusas descripciones de cómo llegar hasta el caserón dónde se escondía aquella rata. Hasta le contó la cantidad de personal que guardaba la casa y las posibles entradas que tenía sin que se lo pidiese. Era más que suficiente, lo había decidido, para bien o para mal todo terminaría esa noche.

—Por favor, no me mates. Te he dicho todo lo que sabía.

No te mataré… aun. Necesito un último favor. Dirígete ahora a su finca y, una vez allí, le anuncias que, a partir de ese momento, le quedan unos minutos de vida.

—Pe..pe…pero, ¡ME MATARÁ!

Elige. O él o yo.

Le dejó caer bruscamente al suelo.

Si no haces lo que te he pedido, lo sabré e iré a por ti. Y, créeme, no seré tan clemente como con «tus amigos».

El tipo miró a su alrededor observando la masacre que teñía de rojo aquellos muelles. Asintió y se marchó corriendo. A partir de ese momento, la Criatura, lo seguiría en la distancia sin que se percatase.

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