viernes, 29 de julio de 2011

ALAS NEGRAS XIII: SERÁ ESTA NOCHE


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El disparo dentro de la cámara acorazada sobresaltó a Tomeu y el resto de guardias que esperaban afuera. «¿Le habrán…? » pensó. A toda prisa abrieron la compuerta y vieron a Guillermo con una pistola humeante en la mano y a Antonio, uno de sus más antiguos subalternos, en el suelo con la cabeza reposada en un charco de sangre.
—¿Está bien, jefe? —dijo uno de los matones.
—¡Maldita mierda! —la cara del Monstruo estaba blanca como la cal—. Será esta noche. Han enviado a Antonio para anunciarme que esta noche vendrán a por mí —levantó la mirada y se dirigió a sus hombres—. ¿Qué hacéis ahí parados, cojones? Avisad abajo que registren el perímetro, seguro que lo qué quiera que venga esta noche iba detrás de Toni. Quiero que guardéis mi puerta con la vida, no os mováis de ella ni para mear. Si os lo tenéis que hacer encima os lo hacéis encima. ¡Largo de aquí!
El Monstruo furioso empujó a sus hombres fuera del dormitorio. Se oyó una fuerte explosión y saltaron las alarmas. Una lluvia de agua surtió de los aspersores, empapando violentamente al personal.
—¡Fuera! ¡Fuera! ¡FUERA! —les gritó mientras les echaba a patadas de la habitación y cerraba a cal y canto el portón metálico. Tomeu no sabía qué clase de equipo llevarían los intrusos, pero tenía la sensación que haría falta una bomba nuclear lo menos para tirar abajo aquella masa de acero.
Entre el sonido de la alarma, el agua y el miedo reinante, aquello era un caos. Algunos de los otros matones estaban claramente nerviosos mirando a todos lados sin saber qué hacer, a uno hasta se le cayó el cargador de la pistola al suelo. Otros ya estaban preparados apuntando a la puerta con sus pipas temblorosas. Todos unos idiotas. Fuera lo que fuese que iba a entrar, atacarlo de frente era una estupidez. Tomeu mantuvo la calma —tenía miedo por supuesto, pero estaba ya tan acostumbrado a vivir con ello que casi ni se daba cuenta— se agazapó en una esquina, escondido y quedó a la espera de que aquello entrase y le diese la espalda. Preparó su pistola, no tenía muchas intenciones de usarla pero, si todos los demás fallaban, lo haría. Tampoco tenía intenciones de morir aquella noche.
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