sábado, 16 de julio de 2011

ALAS NEGRAS III: INSOMNIO


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Tomeu no podía conciliar el sueño. Su cabeza iba a mil por hora, a los nervios y la inquietud que tenía ya de por sí había de añadirle un pensamiento gigantesco en forma de vecinita que se le había quedado atascado en el coco. Cualquier cosa que pensaba tenía a aquella niña de graciosos tirabuzones asomándose por el fondo. «¿Qué estará haciendo ahora? ». Nada le gustaría más que poder escarbar un túnel desde su cuarto que le llevase hasta el suyo.

Pronto había olvidado la rabieta que les había montado a sus padres por tenerse que mudar a aquel lugar. No es que el antiguo hogar de Tomeu fuese para tirar cohetes, ni que tuviese allí tropecientos amigos a los que iba a echar de menos. No era eso, ¡era que aquel barrio era muy feo! ¡Y además olía mal! Tal y como se lo había puntualizado a sus papás momentos antes de que lo arrastraran hasta el coche y durante todo el viaje de ida torturándoles con un berrinche insufrible. Por más que su madre intentaba explicarle no sé qué sobre que ahora los papás no tenían mucho dinero para vivir donde antes y que había que ajustarse el cinturón, él ni caso, les contestaba con berridos más fuertes. Pero toda aquella rabieta y pataleos se habían esfumado para dejar hueco a Harriet. Ahora aquellos lúgubres callejones le parecían hasta luminosos y de un olor excelente.

Rodó una vez más en la cama, dejando caer la sábana al suelo. En el reloj de la mesita marcaban las dos y media de la noche. Tendría que dormirse ya si no quería ir a su primer día en el nuevo cole medio zombi. Lástima que no fuese el mismo que Harriet, pero en cuanto saliese de clase iba a ir corriendo a verla de nuevo. Y quizás le volvería a pedir que fuera su novia. A lo mejor esta vez le decía que sí. ¡Quién sabe si no habría cambiado de idea al respecto!


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